miércoles, 28 de enero de 2009

Para Piluca



Los franceses lo llaman “esprit d´escallier”, espíritu de escalera, que es cuando se te ocurre lo que le deberías haber dicho a esa persona impertinente en los grades almacenes, a la salida, en las escaleras, y no en el momento adecuado. Y, más tarde, repites la escena en tu cabeza con la contestación correcta una y otra vez y acabas creyéndote que pasó lo que quisieras que hubiera pasado. Y cuando se lo cuentas a un amigo, le cuentas tu versión y no tienes la sensación de estar mintiendo. En realidad lo que le cuentas ha pasado más veces (en tu cabeza) que lo que realmente ocurrió.

 

Todas las culturas del planeta y cualquier persona en general sabemos que si a un niño no se le permite jugar acabará teniendo trastornos. De ahí deducimos que el juego no solo tiene que ver con el aprendizaje sino también con la salud mental.

Los niños, cuando juegan, no parece que se lo esten pasando bien, no parece que se lo esten pasando mal, pero parece que esten en otra parte, absortos en sus conversaciones con amigos imaginarios o con objetos.

Yo de niño quería tener un amigo imaginario, como los que tenían algunos de mis amigos reales, pero no lo conseguía, así que me lo inventé, lo que resultó en que yo tenía un amigo doblemente imaginario. Y lo sigo teniendo, en mi caso es una amiga, que ahora se llama Piluca, pero que cambia de nombre y de personalidad varias veces al día.

 

Con ella ensayo situaciones y practico para que mi espíritu de escalera cada vez se acerque más al tiempo real. De momento, sigo en el rellano.

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